Post modernismo.

viernes, 12 de diciembre de 2008
Nos hallamos en la dominación cultural del post modernismo. Donde el romanticismo quedó desterrado por la lógica y únicamente persisten rasgos de este en manos de unos pocos. En esta era en la cual los valores han cambiado tanto, el cortejo se ha sustituido por la "prostitución" personal. La razón prevalece ante nuestras emociones y por tanto en nuestra forma de ser. Elegimos con cautela cada palabra que debemos utilizar porque en ella va parte de nuestra identidad. Y digo parte por no decir prácticamente toda.

Hemos desarrollado una gran capacidad de vocabulario, pero no en pro de un rico lenguaje expresivo, sino en pro de una sinfín de posibles adjetivos etiquetantes que nos hagan sentir más "cómodos" y seguros (pienso utilizar mucho las comillas en este relato, así que váyanse acostumbrando). Y digo cómodos refiriéndome a la capacidad de concretar. Si se puede clasificar, se puede controlar o tener la pretensión de...y si no se puede explicar siempre se puede crear una nueva etiqueta que nos perpetúe en esta absurda carrera por la delimitación.




Sin embargo la cultura del romanticismo basaba sus valores en criterios de carácter más morales que racionales. Eran valores perpetuados por sentimientos intensos...como el amor, la intuición, la pasión, el instinto maternal, etc. Valores que provenían de algún lugar profundo de cada ser y dificilmente localizables.
El amor en el romanticismo se consideraba como la potente unión entre dos almas entregadas al son de incontrolables emociones, cargadas de intensidad y espiritualidad. Esta forma de ver la vida iba más allá de un saber consciente. Se confiaba en la belleza de la esencia de las cosas, en la inspiración a través de las intuiciones, el arte, la música...





...Hoy en día no se puede soportar lo desconocido (o por lo menos no con facilidad), como tampoco se suele soportar la soledad. Con el transcurso de los siglos los conceptos románticos han ido dando paso a la post-modernidad. Los cuales han apostado más por la ciencia y la tecnología que necesitaban un punto de vista más racional y "real" para entender (o "diseccionar" diría yo) la vida. Evidentemente estos cambios se han proyectado en la vida social y en nuestras relaciones.
Es así como ha crecido imperativamente un gran abanico de posibilidades lingüísticas, cargadas de connotaciones tan reales que un adjetivo prácticamente es una emoción o incluso una tendencia de "llegar a ser". Parece que de cuantos más adjetivos goce nuestro vocabulario, más capacidad de ser o de sentir podamos llegar a tener.
Por ejemplo si hace poco que hemos conocido a alguien y debemos expresar nuestros sentimientos hacia esa persona, las palabras que utilicemos para expresar dichos sentimientos las escogeremos con suma delicadeza. Porque cada palabra significará una realidad y supondrán unas consecuencias diferentes.


Decir que esa persona te "atrae" es guardar cierta reserva, sugiere mantener distancias. Decir que estás "muy interesado", son términos muy dinámicos pero poco sensuales, en cambio decir que se está "enamorado", pernota cierta irracionalidad y descontrol, incluso puede que cierto complejo para el retratante...y ya como se diga que se "está locamente enamorado", es muy posible que el tipo o tipa se asuste tanto que se vaya corriendo.

Racionalizamos nuestros sentimientos para hacernos asequibles a los demás. Racionalizamos nuestro yo para sentirnos alguien... pero curiosa y contradictoriamente no acabamos encontrando nada. Nada más que palabras. Nada más que cárceles de aire que nos asfixian más y más en cada juicio que emitimos hacia demás, pues sabemos que esos juicios son el miedo a los desconocido, a no conocernos lo suficiente.

Es el miedo a no ser, y por eso acabamos limitando el "ser" de los demás...
...y como todo vuelve, no nos damos cuenta que en cada adjetivo perdemos un poquito de libertad.


Me temo que estamos tan dolidos por haber escondido al corazón entre los cojines de la razón, que nos estamos perdiendo entre tanta mentalidad. Y que la pasión yace dormida bajo la sombra de algún árbol del pasado.

Entre mis nuevos propósitos para esta año está dejar de "adjetivizar" al mundo. Y abandonar tanto interés por las pretensiones.

No quiero ser tan asequible para los demás... y "ser" sin más.





Pero con comillas.




Texto por Daniel Balboa.
Todos los derechos reservados al autor de la obra y sus retratados.
(la belleza de la sencillez)

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